/ Colaboración anónima

Introducción
Lo que se busca con estos comentarios es encontrar las analogías y posibilidades de aproximación así como las diferencias y distinciones insalvables entre una perspectiva comunista y los potentes aportes de Sayak y Mbembe que se orientan todavía en la lógica del capital, en lo relativo a las temáticas abordadas en sus trabajos y nuestras propias elaboraciones**, a saberse, los aspectos destructivos de la lógica de acumulación de capital.
Realidad histórica y Realidad empírica, o la confusión teórico-histórica
Ninguno de los autores carece de perspectiva histórica, no obstante, adolecen de una periodización adecuada para situar(se) los movimientos del capital en su devenir crítico: en este sentido, la supuesta “transformación de la estructura de la vida” y el supuesto “trastocamiento de la economía política tradicional” (Valencia, p. 150) o los supuestos “privatización de la soberanía y el desdoblamiento de la semiconstitucionalidad” (Mbembe, p. 85) son, fundamentalmente, una incomprensión del pasaje de la dominación formal a la dominación real del Modo de Producción Capitalista (MPC), cuya esencia histórica es, entre otros factores, la derrota del proletariado mediante su afirmación programática a lo largo del siglo XX.
Dicha incomprensión nos explica la suscripción de un supuesto “estallido del Estado como formación política”, o la de un supuesto “gobierno privado indirecto”, y la ausencia, a lo largo de estos trabajos de gran potencial explicativo en su plano contextual y empírico, de las luchas del proletariado en su verdadera dimensión histórica, es decir, en la emergencia agresiva de la negatividad.
Y aquí está la cuestión esencial que funda nuestras diferencias y distinciones insalvables con estos trabajos: el oscurecimiento metodológico en lo que respecta a lo posible y lo efectivo, a la continuidad y la discontinuidad, a la realidad empírica y la realidad histórica, y por ende, la contribución involuntaria de Valencia y Mbembe a la reificación teórica de los Ciclos Históricos de Lucha Proletaria, es decir, a la negatividad histórica como una realidad inexistente en la propia elaboración teórica.
Así, se comprende la ausencia total de fundamento histórico en apartados como “El capitalismo como construcción cultural” de Valencia o “El necropoder y la ocupación en la modernidad tardía” de Mbembe o, para decirlo de otro modo, así se explifca su incomprensión de la subsunción real del consumo bajo el capital, su crisis y sus movimientos de autocorrección negativa, más su correlato lógico operante, la subjetividad tanática.
Necropolítica o crisis de reproducción de la relación social capitalista y su autocorrección negativa
Valencia y Mbembe, al quedar atrapados en la inmediatez, es decir, en la determinación más simple de la realidad histórica, reducen su potencia explicativa a la actualidad operante interpretándola como una supuesta mutación histórica de largo alcance, no alcanzan a leer la continuidad histórica del capital.
No otra cosa son las tesis de la “apropiación de las tecnologías gubernamentales de la biopolítica para subyugar los cuerpos y las poblaciones que integra como elemento fundamental la sobreespecialización de la violencia [que] tiene como fin comerciar con el proceso de dar muerte” (Valencia, p. 147) o la de la los “dispositivos emergentes de dominación” (Mbembe, p. 80) que argumentan la noción de <<necropolítica>> que teje toda su producción discursiva.
No menos casual resulta el uso transversal de la noción de <<biopolítica>> de Foucault, el “destructor de la dialéctica”, o más bien, el gran desconocedor de la subsunción real del consumo y uno de los principales hipostaziadores de la inmediatez histórica, el fetichista del devenir.
Así, la prehistoria del capital se presenta como la última novedad, y se reifica el constante retorno de su movimiento de autocorrección negativa en sus crisis como el unilateral contemporáneo reificado de la necropolítica.
La subjetividad tanática que se desvaneció históricamente en ciclos anteriores (proceso de integración del proletariado al consumo) y que ahora retorna plenamente y se desdobla como categoría fundamental plenamente operante en la valorización del valor en proceso se teoriza en su inmediatez como <<subjetividad endriaga>>, como <<lógica del mártir>> y como <<lógica de la supervivencia>> y se oculta el vínculo que tiene con las derrotas pasadas del proletariado, apareciendo mágicamente como la explicación más criptosocialdemócrata de todas: la reaparición del liberalismo más salvaje: el neoliberalismo que desmontó al Estado.
Al no comprender que la crisis actual del MPC es la crisis de límites históricos en desborde intensificado, en la que el capital despliega lógicas operantes de consumo suntuario-sacrificial de la población excedentaria y desdobla la competencia vertiginosa y salvaje como subjetividad tanática se postulan verdaderos despropósitos como las novísimas “culturas de la impunidad” (Mbembe, p.91) o la “efectividad del miedo” (Valencia, p. 37), por no hablar de esas abstracciones tan recurrentes como confusas del tipo “economía sumergida”, las excentricidades parapublicitarias al estilo de “proletariado gore” o los aún más iluminados señalamientos de la “insuficiencia teórico-conceptual-explicativa para explicar la producción de valor y de la vida en la sociedad actual (Valencia a lo largo del apartado “El capitalismo como construcción cultural).
De este modo, la cita de Nirmal Puwar- R. Chow se vuelve contra Valencia: “Deshonra y santificación pertenecen al mismo orden simbólico, el de la idealización” (p. 226), y la noción de necropolítica escamotea la explicación fundamental: la crisis de reproducción
de la relación social capitalista; y así, se soslayan cuestiones como el desplome por desvalorización del trabajo abstracto, los mecanismo de acumulación y circulación vertiginosa de los planos dinerarios (la llamada “economía sumergida”), la reproducción iridiscente de la antropomorfosis del capital en sus planos tanáticos, los constantes avances de la Comunidad Material del Capital en el cuerpo proletarizado de la especie humana y el territorio (subsunción de la geografía y la población como valor de uso total del capital en el dominio de las condiciones materiales de existencia), la fijación de la represión como momento fundamental de la reproducción de la relación de clase (el “estado de excepción [¡que para el proletariado en sus ciclos históricos ya es!] permanente”), el despliegue del capital ficticio y la mercantilización total de la reproducción de la especie humana subsumida a la reproducción de la relación social capitalista entre muchas cuestiones más que a nuestros autores se les presentan como aridez teórica insuficiente… cuando no obsoleta.

La lucidez de lo inmediato
En los aportes de Valencia y Mbembe todo el proletariado presta atención a la luz arrojada en el denso tejido de la empiria, de la inmediatez y su devenir; su ceguera histórica es su lucidez. Dichas reflexiones están situadas en la simplicidad que se cree histórica, en la superficialidad en su sentido profundo: la realidad pura.
Correctamente delimitado, es decir, considerado en su positividad, las exposiciones-descripciones nos alumbran sobre cuestiones que de otro modo quedarían en la obscuridad más muda.
En este sentido, nada tenemos que reprochar a la crítica al capital que se despliega desde las esferas del consumo improductivo pauperizado.
En Mbembe, su inmediatismo retrospectivo permite el esclarecimiento de la esclavitud africana y las “dimensiones de existencia extra-lingüística y antidiscursiva de la rebelión en el suicidio”, la noción del estado de “muerte en vida del encierro simbólico”, la “síntesis entre masacre y burocracia”, las “dinámicas de las <<comunidades blindadas>> y las redes de circulación” [del urbanismo bélico del capital], la “gestión [homicida-sacrificial] de multitudes [población excedentaria]”, de “duelo perpetuo, vaciamiento de la corporalidad en el estupor y espectáculo mórbido” inmovilizador; la noción de las “topologías de la crueldad” y la “expulsión de la economía dineraria”, y las lógicas de pillaje, las exenciones y el llamado “extractivismo” [presupuesto del dominio de las condiciones materiales de existencia para el desarrollo de las categorías de la economía política], etc.
En Valencia las teorizaciones sobre la corporalidad nos llevan lejos en la crítica de la
<<masculinidad>> [encarnaciones particulares y concretas del patriarcado como productor de mercancías]; sin importar las especulaciones metafísicas de una supuesta <<subversión molecular y resignificación performativa>> comprendemos la lógica de la visibilización antifetichista en las prácticas denominadas “estrategias de traducción cultural y procesos de experimentación colectiva” por más cripto-empirista-inmediatista que sean.
Y así, a pesar del realismo pragmático y antihistórico de Sayak (“no apelamos a la eliminación total del sistema capitalista, ya que sería iluso pensar en la eliminación total de un sistema tan imbricado y celebrado socialmente”, p.195), seguimos leyendo la crítica del consumo improductivo al capital, suponiendo las dificultades que se tienen que sortear en las esferas subsumidas al MPC en los planos de producción de la mercancía-cognición.
No tenemos ningún tipo de esperanza en “anudaciones epistemológicas con implicaciones a nivel micropolítico” que vayan a elaborarse desde un pretendido “discurso resignificado performáticamente que redirecciones la realidad”, pero nos reconocemos en los esfuerzos por esclarecer la realidad desde otras esferas y planos del capital por otros proletarios; más allá de las lógicas de exclusión y las prácticas de aplanamiento interiorizadas, leemos con cierto placer estas elaboraciones teóricas sin caer en la ilusión ingenua de “responsabilizar al gobierno”.
Estos son los planos en los que es posible encontrar las analogías y posibilidades de aproximación.
La invarianza comunista en la inmediatez
Nada nos interesa en el plano de lo inmediato, ni siquiera las flores discursivas de Deleuze. Esto lo aprendimos de Bordiga y, a pesar de todo, aquí estamos, en el infierno de una cotidianidad sin alma, de una supervivencia fetichista y sacrificial alucinante.
Hemos renunciado en el espíritu y la voluntad a las sutilezas metafísicas pero no a la invarianza histórica negativa, está es la cuestión.
Preferimos el silencio y el humor negro mientras tejemos con el hilo rojo nuestras teorías catastróficas, mientras nos agrupamos con otros errantes, mientras contemplamos las guerras por el control del nervio de la acumulación de capital en la gestión vudú de la socialdemocracia en estos días aciagos en los que se despliega una de las últimas fes en la mercancía. Todo es una banalidad. No existen líneas de fuga y queremos aprender a lidiar con ello. Queremos aprender bien a ser nihilistas en esta época histórica que nos subsume como capital. De ellos depende nuestra capacidad de combate. Que nadie renuncie a la fiesta, que nadie pierda la alegría de reconocerse en otros seres proletarizados, que nadie confunda su ausencia en devenir con la subversión social de la mercancía.
Nada vendrá del plano individual, esa es nuestra certeza y nuestro punto de partida. No podemos perdernos en la pretensión de una subversión discursiva del capital, no podemos extraviarnos en estetizar nuestro aislamiento social o nuestro agrupamiento racketero.
Apurar el cáliz a las heces significa asumir la totalidad de nuestra derrota histórica que nos precede y aprender a posibilitar y reconocer la emergencia agresiva de la negatividad histórica como un acontecimiento cismático que ya está aquí como contradicción social en proceso. Esto no significa pasividad.
No es ebriedad regordeada de sí en la producción de ideologías y justificaciones de la incapacidad de articularse, es un posición de guerra que se asume.
Para nosotros, asalariados y excedentarios, todo se presenta como pasión por lo posible, o seguimos la lógica de afirmarnos como capital o aprendemos a leer los umbrales en los que es posible desmontar las categorías fundamentales del capital materializadas en la realidad… la humanidad aún está aprendiendo a atacar la distribución y la circulación de mercancías… la producción ha quedado intacta en las batallas más recientes y en las que están en proceso mientras escribimos estás líneas…más allá de los combates por la reproducción social contradictoria y problemática o las batallas por neutralizar la liquidación pura de seres humanos por el capital se encuentra la dimensión ofensiva de nuestra guerra.
Redimensionar el plano reivindicativo fundamenta la desfetichización práctica de nuestra miseria, abre líneas de ataque. La lógica de la fuga es el estertor discursivo de una derrota histórica fetichizada, una asimilación precaria del devenir social.
Finalmente, lo que queremos decir es que podemos pasar, en nuestras existencias concretas, de una situación de crisis de reproducción de la relación social capitalista a una ofensiva comunizadora que nos saque del letargo de la inconsciencia histórica, para articular un ataque simultáneamente anárquico y centralizado a las categorías del MPC materializadas en la vida cotidiana.
Tal es la apuesta de los que asumen la invarianza comunista, tal es el cisma social contra el capital a operar por el que la comunidad humana es posible. Estamos a dos pasos del voluntarismo, y a cien de la ingenuidad de que lo posible puede emerger en lo efectivo de la inmediatez, de las intensidades carentes de contenido, de la fuerza sin extensión, de la superficialidad.
*Las ediciones que leímos de Sayak Valencia y Achille Mbembe para elaborar estos comentarios marginales fueron los editados por Editorial Melusina en 2010 y 2011 respectivamente, disponibles en la red.
**Para una aproximación a nuestras elaboraciones teóricas, consúltese: https://paradoxacentrodemedioslibres.wordpress.com/2018/12/29/revistaparadoxa-edicion-11/